La niña de las letras en perspectiva, a quien llamaremos María C, tenía siete años, cuando llegó, de la mano de su abuela, a la consulta. Tenía enuresis, encopresis, y a pesar de que estaba en tercer grado, no podía aprender a leer y a escribir. No había perspectiva alguna para esta niña. Pensaban pasarla a una escuela especial con chicos con discapacidades. Al conocer el caso, desde la Fundación, se propuso una hora de consulta diagnóstica semanal con ella. La profesional verificó que, si bien la nena no paraba de moverse, y saltaba de objeto en objeto (se encontraba hiperactiva, con dificultades severas de atención), frente a la invitación al trabajo terapéutico y al dibujo, la coherencia de las frases que la niña usaba daban cuenta de que María C podía tratarse con buen pronóstico y de que no se trataba de un retraso madurativo. Sus dificultades eran psíquicas y emocionales, y no neurológicas. A partir de ese momento hablamos con los familiares desde la Fundación, planteándoles que podría recuperarse en un término de tres a seis meses con sesiones semanales, como así también con el padre y la abuela, a cargo de su crianza y desarrollo.
Después de las primeras entrevistas en su casa, María C empezó a consultar a su hermano, a su padre y a su madre, por las vocales y por las minúsculas y las mayúsculas, y a llevar a casa trabajos hechos en la sesión. Eran dibujos con escritos de ella donde las letras mayúsculas estaban en perspectiva. La opinión de la profesional frente a esos escritos de gran tamaño es que el trabajo demostraba el interés de la niña por la letra y el gusto por la escritura y la geometría. Y consideró que podría llegar a ser muy buena alumna.
Los padres de María C también acudieron a la consulta, María pudo lograr la reinserción escolar. Actualmente, lee y escribe sin dificultades y tiene el alta. Y se caracteriza por su linda letra y por su espíritu de búsqueda en el estudio.
Está cursando su cuarto grado exitosamente. A partir del tratamiento, María C pudo entrar en la escena escolar, y comenzó a escribir otra historia con sus nuevas letras.
De esta manera, pudo comenzar a recuperar la atención y concentración, para así lograr alfabetizarse.
Inicia así una historia nueva, donde ella, como su hermano, podía leer y escribir, y obtener el reconocimiento de sus familiares como alguien que sí puede aprender las letras.
Esta fue la puerta de entrada a toda clase de aprendizajes, y a ser reconocida por la familia como alguien capaz.
Seguido de este primer paso, surge en ella todo un cambio en su postura corporal y en su rostro, que denota alta autovaloración y autoestima.
A la hora de reunirse en familia, comienza a emitir sus comentarios y su palabra los sorprende.
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