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  • Foto del escritorFundación Ética PyT

El niño de la lámpara

En el 2001 me compré el escritorio de mi consultorio, un tablón de haya finlandesa maciza que me recordaba a mi abuela, en donde imaginé que podría escribir. Lo decoré con una lámpara de acero con pantalla antigua de pergamino a la que le tengo aprecio. La lámpara es importante en este relato: cuando Juan R, un paciente de cuatro años, en su primera consulta, después de saludarlo, me contestó barriendo el velador hacia el piso, y comenzó a apretar y a soltar la perilla del velador continuamente, con mirada desafiante, supe que tendíamos que usar el trabajo terapéutico para que el niño pudiera entrar de nuevo en la escena, que implique una relación de escucha con el otro.


Con toda tranquilidad comencé la entrevista, propuse una actividad que comenzaba con un dibujo, siguiendo el método de la Fundación. Paulatinamente, Juan R comenzó a poder nombrar los objetos que estaban presentes en el dibujo y entrar en el lenguaje verbal en lugar de la reacción violenta. Juan R, el niño que comenzó tirando la lámpara, en tres meses, sesión tras sesión, aminoró sus respuestas impulsivas y violentas, y pudo darle lugar al armado de frases. A partir de la técnica humanista e innovadora que proponemos desde la Fundación, Juan R comenzó a verbalizar las cosas que le molestaban, lo que hizo que se atenúe su angustia y su impulsividad. Después de tres meses, Juan R no rompía lámparas en el consultorio, apareció otro aspecto del niño: uno que tenía posibilidad de juego tranquilo y de diálogo.


La madre del niño de la lámpara:


La madre de Juan R da testimonio, al mes del tratamiento, de que su hijo, que al comenzar la golpeaba y la insultaba, a partir de las entrevistas, la abraza, le dice que la quiere, y que puede jugar tranquilo en su cuarto por momentos prolongados.


La mamá de Juan R también manifiesta que, al llevarlo a la escuela, ya no tiene que correrlo durante media hora y hacerlo entrar de prepo.


Un día, cuando Juan R se vio obligado a entrar al colegio, le manifestó a la madre que les iba a pegar a sus compañeros. La mamá, quien ya había tenido entrevistas de consulta por el tema de su hijo, en lugar de llevarlo por la fuerza, le preguntó a Juan R por qué quería pegarles a sus compañeros. La respuesta del Juan R fue un abrazo. Entonces, los dos pudieron entrar tranquilos al colegio. Juan R de la mano de su mamá.

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